lunes, 21 de febrero de 2011

Ángeleando

La ultima vez que pasó por el local fue hace año y medio, lo sé porque la pluma que cayó de sus alas aún está en el altar que le formé en mi rincón privado acompañado de tres medias docenas de veladoras.

Hoy regresó por un vaso de agua y porque allá afuera no encontró lo que buscaba, creo que siempre soy el último refugio. Sus alas como hojas en octubre se le comenzaron a marchitar y al caérsele las plumas germinaban como mala hierba en las lindes del camino. Su historia podría seguirse con facilidad recorriendo el camino desde la hierba más pequeña, hasta aquellas que ya eran altos matorrales.

Bebió en silencio mientras agitaba levemente de cuando en cuado sus alas como quien agita la melena después de salir del agua, me mostró lo que le quedaba de mirada, sus ojos seguían siendo bellos como notas musicales, su aliento aún aromaba como agua bendita y su piel blanca como la cera lunar en noche de buenos aullidos seguía sin macula. Sin embargo había mucha cosa que habían cambiado. Había conocido el amor por amor y el sexo por estar confundido, había besado para alimentar el ego y le habían besado para después decirle; te desprecio. Cosas de humanos, dijo.

Todo en su exterior menos las alas seguía siendo bello tal como lo recordaba, pero sin duda su interior estaba haciendo agua, se notaba que sufría algún dolor en alguna parte del cuerpo que no existe.

Aún así acerque mi rostro a su boca a una distancia tan breve como un suspiro, yo aún quería un beso como el que me negó la primera vez, aún estaba dispuesto a disolver mis labios en su miel y a quedarme mudo para siempre, si ese era el precio.

Me miró como hace año y medio cuando pasó por aquí, me tomo las manos y abrió una de ellas, puso una pluma casi idéntica a la que estaba en el altar enalteciendo mi rincón pero con la punta oxidada, y con una casi lagrima sobre los ojos me la obsequio al tiempo que me decía; escribe con ella mi historia, no le pongas veladoras ni esas mamadas que solo te obsesionan, falta poco para que estas dos pendejadas que traigo en la espalda caigan, entonces regresaré por ti y el beso de mis labios no tendrá costo, o quizás sólo regresaré a beber sin compromiso un poco de tu agua.

Gayo. 21.2.11 en una tarde en la que recordé que los ángeles, cuando baten sus alas, levantan polvo que después se anida en los recuerdos y en los ojos.

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