lunes, 31 de enero de 2011

Miradeando

Qué harás cuando a ésta mía tuya alma
de piel de manzana
se le fracture en la memoria el recuerdo
de las aceitunas de tus ojos y
sepas que me bebo otra mirada sin necesidad
del agua destilada de tu pila que era mi bautismo.

Qué harás cuando tu mirada le inaugure a tu alma
la ausencia de la mía y mi alma mire a la misma luna
ahora refugiando a otra alma, o tus ojos se descubran
como ciegos lazarillos desprovistos para siempre y
nunca más de mi mirada. Qué harás cuando tengas
qué hacer sobre tu ombligo el recuento de mis
finas letras y no encuentres vida ni en los mismos verbos,
y tu mente se perturbe al saber que fue de tu alma
la miopía que no dejó que te aprendieras el verso de amor
que embriagado de ti mi religión, en el pomar cerca de tu nuca,
muy quedito, muy despacio, siempre te rezaba.

Gayo. 30.1.11 en una tarde recontando en mi piel al lado del ombligo las muescas de amor, los rasguños con valor, dos o tres caricias, un desamor eterno y un dolor sin fin.


Hoy la luna será apenas un filón de plata, acaso una tímida sonrisa, pero sé de buena fuente que hermosa, muy hermosa.

Despojeando

Y yo que de las noches todas fui amante,
suave con las buenas y
no tanto con las malas,
a cada una le busqué su luz debajo
de su insomnio,
les expliqué con tierno tiento su sueño y
pesadilla a las que se me quedaron colgadas
del fino natalicio y muerte de Selene.
Por cada una me bebí una oscuridad entera,
por las más, en la sobriedad de la tranquilidad completa y
por las menos deshojé al azar la piel del amor
que si me quiere y la del desamor que no me quiere.
Pero amante fui, amante fiel de todas ellas.

Hasta que con luz en la razón perdida o
media luz en la mirada, me dejé embaucar
dos noches por dos labios curvos y
brillantes cual navaja, y
una mirada verde como mar en calma, y
al filo de una de esas noches,
con dos brazos delgaditos colgados de mis hombros y
dos piernas de jirón de nube, blancas como espuma
colgaditas de mi cuerpo,
me prendí de ellos, me perdí en ellos; en dos noches,
de las noches,
en los labios,
en los ojos,
en las piernas y
en los brazos, y
finos todos ellos como eran; me cortaron,
primero las noches como amante, y
todos los demás en fiambres, en despojo de amante.

Gayo. 28.1.11 en una tarde viendo que el tiempo es una flor a la que se le van cayendo sus hojas y su aroma, entendiendo que cuando ella se desnude toda, todo habrá pasado.

Hubierando

Si tan sólo hubiera sido piel sobre la piel de cama,
una bandada de suspiros, las palabras de cajón
con sus clichés mal aprendidos,
la guerra sobre quien debiera enarbolar
la bandera blanca de armisticio después
de las trivialidades del sabor, el aroma,
el color o la textura de la protección
del germen del futuro.

Si tan sólo hubiera sido una broma
aderezada con la sal de las axilas,
con el dulce elixir del halago y
la mentira, con tu mirada brava
verde de alta mar en calma en la almohada y
no en la absurda inocencia de mi mirada esperanzada.

Si tan sólo hubiera sido el dogal junto a la pena y
la ropa arrumbada por el suelo al pie de la silla
de la esquina y no en el vórtices de las palabras,
tus piernitas de jirón de nube blanca entre
las mías recias, frágiles, amantes de color canela,
una buena pesadilla,
un mal sueño,
sólo sexo en temporada,
del amor de otro reino un simple desliz y
no el entronizar tu testa con imaginación
laureles y un sinfín maldito de hubieras.

Gayo. 25.1.11 en una tarde brillante cual diamante, pero llena de polvo, gris como acero, como el cuerpo de puñal o daga curva, y con dos granitos de ausencia atorados en los lagrimales.

Atardeciendote

Habría que hacer de los atardeceres uno y
tragárselos en una copa de abstinencias
con dos hielos y su dejo de melancolía, o
verterlos en la tina junto a sales aromáticas,
el nombre con el que te llamaba por las madrugadas
usarlas hasta que tu halo salga y dejarlas que se vayan con el agua, o
hacer un cuadro, si es posible al óleo
para colgarlo al revés en la pared de la recamara
que tan bien te conocía, o
con acuarela, con acuarela príncipe del reino de mis emociones
para que las gotas de agua que dejaste
a media tarde en mis lagrimales hagan su trabajo
cada que no puedan más y lo acaricien, o
tragar en seco el mudo nudo que se forma en el cogote
cuando me regresan a la mente con sorna y sin piedad
los recuerdos que me endilgaste, o
o de plano hacerle una gandayada a mis convicciones y
voltear sin miramientos a otros lares hasta olvidarte, o
dormir, enano mío, en ese lapso de la tarde en los que tu mirada
se asemeja a los atardeceres y pasarlos por la vida
como si tú y ellos sólo fuesen una mala broma y
jamás hubiesen existido,
como si tan sólo lo que te profeso fuese un sueño,
como si no te hubiera hilado a mi vida,
a la vida toda, a todos los atardeceres.

Gayo. 23.1.11 en una tarde fría de verdad, de esas de ponerse guantes antes de que las caricias en los dactilares pierdan el sentido, pierdan lo sentido.

Tardeando

Fuiste una tarde en la que el viento
casi de cristal se anidó en las venas
junto con tu alma, junto con tu vaho
casi blanco como mármol, casi doloroso
cual astilla de cristal girando desde
el pecho hasta la razón casi perdida,

fuiste tarde con tu edad casi estrenada
entre los causes de verdades dolorosas
de mi cara, entre las casi escondidas canas
de mi entender la vida de otra forma,
entre mis manos que desde antes
de que el viento fuera de cristal
entre mis venas ya te dibujaba,

fuiste tarde entre mis dedos de entibiar
el te, el café y sostener con pasusa
el cigarro mientras mis palmas
te entretiene con mis rezos, fuiste tarde
entre mis tardes que sin falta ahora eres.

Gayo 22.1.11 en una tarde tan negra como recibir una llamada ansiada y que no seas tú el de la línea.

Ignoranciando

No sabes cuantas ganas se le escurren
a mis dedos por dibujarle a tu espalda
unas alas y a tu pecho escribirle un verso,

unas alas que al moverse batan con su viento
cada una de las telarañas que aún le quedan
vírgenes a los rincones de tu cuerpo
que se cubren misteriosos con su propio himen,
listos para mi,
prestos a mis dedos,
sólo acariciados por arañas en tus sueños,

no sabes como mueren de ganas
mis dedos por escribirte un hereje verso
que contenga el poder de despertar
tus ganas cual si fuera el hechizo brujo
que al leerse frente al espejo prende
en los nervios un erecto verbo,

no sabes corazón sin dios ni santos
que ganas tengo junto con mis dedos
de llevarte a mi guarida para aposentarte
en la cama de los sacrificios y
sin misa de por medio sentenciarte
a mis caprichos,
a mi leña verde, y
quemarte muy despacio -brujo amor tan brujo-
hasta que los aceites de tu cuerpo todos
sean los que casi apaguen la hoguera
para descansar del fuego y
avivar el tiempo suficiente para releer el verso
escrito con antelación, amor, en el lienzo de tu pecho.

Gayo. 20.1.11 en una tarde que de mística sólo tiene, acaso medio gramo, de su alma que encontré en mis uñas junto con su piel de miel y leche.

Pregunteando

Qué sería de ti mi miel de avispa
si no te hubiera erigido en mi reino príncipe del ruido;
irías tal vez por ahí como si nada de puntitas
cual cuatrero entre otros candidos borregos
que confían en otros sueños,
ahuecando quizá otra almohada
que no es de algodón de amar como la mía y
tal vez tus vértebras serían de frío como mis anhelos,

qué sería de ti si no te hubiera instituido
como el icono de mis desvelos cuando estoy despierto;
tal vez el hilo del punto de cruz con el que están bordadas
tus blancas alas de ilusión se hubiera desteñido
en otros vuelos a otros brazos,
en otros descender a otros tálamos,
en otro aletear para limpiarlas de silencios
parásitos que tragan sin hacer ni el menor murmullo,

Que sería de mi si alguna vez, o de una vez,
déjaseme de preguntarme que sería de ti
si no te hubiera instituido príncipe del ruido en mi querer y
mi querer y mis angustias de una vez dejaran
de angustiarse en mí con ese tu acre silencio
que me sabe a tanto ruido.


Gayo. 19.1.11 en una tarde en la que el viento es casi cristal para las venas que aún recuerdan como se entibia el te, el café y casi, casi todos los recuerdos.

Converseando

Ahora que las hordas en tu tribu
te han logrado exorcizar los ojos
que en mi tiempo te guardaste
en el bolsillo, y
ya no miras ni en tus adentros
el horizonte que por ti robé
la tarde que con versos diseñé
el andamio donde ahora se sientan
para esbozar fantasías ajenas otros ángeles,
otros ojos,
otros dueños,
otros sueños en los sueños,
pasas de largo dando largos pasos de zancudo,
pasos que se comen el asfalto,
pasos de ida y de largo
que patean los botes como quien reniega;
adiós nunca te he visto,
pasas con la cabeza enfundada
en lanas de borrego para no perder ninguna idea,
para no sentir que eres converso,
para olvidar que un día fuiste el guardián
de mi mirada, el apóstol de mis besos.

Gayo. 14.1.11 en una tarde fría en la que tu recuerdo entibia el café y disuelve el verso con el que, cuando pienso en ti, lo endulzo.

Lunamieleando

Se quedó como postrer recordatorio
el paso de tu piel de nube en mis yemas,
una partícula minúscula de tu alma
en la fosa del ahora casi campo santo
que le abrí profundo en mi pecho, y
todo tú en las endemoniadas exageraciones
de decirte caramelo cuando eras sólo un cuerpo,
cuerpo del delito de asumirme en ti un preso
condenado sin miramientos a perpetua,
de decirte miel de avispa cuando a eso me sabías,
de decirle plaza del cadalso a tu espalada
cuando cada vértebra formó el laberinto
donde se rehallaron mis aullidos casi extintos,
de decirle piel de leche a tus piernitas
de palito de paleta cuando eran nada más
hielo con tintura y el sabor de la guanábana, y

mentir que se quedó a un lado de la axila tú caricia
en forma de la cruz con la que dibujaste esas dos palabras
que dijiste que apuntaban en todas direcciones y
que así volaron, y
que así se esparcieron cual papel después
del estallido de los fuegos de artificio.

Se quedó en mí, príncipe de sotavento,
el rezo de cada mañana
de que vuelvas pronto a extender
lo que todavía pueden ser manteles largos
que suplanten las sábanas de piel del tálamo
que hoy me sabe a hiel y
que sé muy bien
que sabes tú que en la boca nos sabrá a luna y miel.

Gayo.10.1.11 en una tarde viendo, acá en el local, como pasa el tiempo hecho la madre, como pasa anunciando tintes para canas, fajas para lonjas, cajas para vivos, panzas para no nacidos y que adema lo hace sin facha ni prejuicios, ni agencias de publicidad, ni estudios de mercado.

Magiando

Se están perdiendo, príncipe de azul celeste y gala,
las palabras que atrapé del viento aquella tarde
en que tú y el tiempo
se morían de miedo entre mis brazos,
el tiempo por perdernos y
tú por regresar al claustro sin suelas ni ventanas
que tenían tus dudas junto a tu garaje,
junto a otra mirada,
junto a tu bicicleta en donde al andar
derretías mi horizontes y
tus piernitas de paleta color guanábana con hielo,

se están perdiendo, caramelo,
los alcances de esas dos palabras
que ante tu ausencia derribaban cual remedio
garitas y fronteras,
sueños y verdades,
lunas para aullarles,
significados inventados y
el hueco que en mi vientre de almohada
creaste aquella tarde en que recostado
repasabas con tus dedos la cicatriz
anticipada que también se está perdiendo.

Estoy casi creyendo o casi cayendo en la cuenta
sortilegio mío, que los sueños nos muestran
las maravillas que la vida nos deja de tarea, y
tú eres o eras, una nota casi indeleble o
un borrón caricia mía, un invento de mi mente,
una magia no aprendida.

Gayo. 9.1.11 en una tarde en la que el Señor hizo magia con el horizonte; sacó pinceles delgaditos, lienzo cielo y colores azul celeste, magenta, gris recuerdo y pintó locuras reales, locuras de ensueño.

Entierneado

Acá en mi mundo
que aun se cubre con tu cielo,
la luna está como si fuera el monumento
a tus labios,
afilada cual guadaña,
como puntas de perchero
listas para sujetar la vida y
un suspiro y
un beso y
mis sueños a tu lado,
dulce y delgada madre
de las sombras de la noche,
bella como recordarte,
nacarada como el nacimiento de tu espalda,
afinada como para aullarte,
nueva la gandaya como nueva fue tu piel
antes de los rezos de mis dactilares,
bella luna,
bello mundo y bella tu partida
que enternece los recuerdos
aunque siga, caramelo, loco,
infame, poco cuerdo.


Gayo .7.1.11 en una tarde casi noche recuerdeando cuando la luna era solo luna y no el ancla de mis devociones.

Acomodando

Y mirarte en el espejo
al lado de mi cuerpo
cuando sé que no te acomodas y
le ofreces a la cama una rodilla y
después la otra y
después la espalda y
un gemido que se ahoga
como rezo en la almohada y

sentir que ese incomodo es el tropezón
de tu moral que cual herencia
te estorba para acomodarte en el cuenco
de mis brazos,
en la y griega de mis piernas con su i latina,

pero cedes y te acomodas,
te haces tan bien al sudor como lo sueños
se hacen hacia la marea y

te miro de nuevo en el espejo agotado
del reflejo de tu piel venera
agotando tus reservas en mi piel canela,

extinguiendo los espacios,
siendo dos en uno,
creando de la nada nata y leche,
espacios en la mente así; sin nada,
nuevos caminos a los rincones
que de antiguos se te habían agotado, y
mirarme, piel de novilunio en tu mirada, y
saber que te miras en mis ojos claustros
de amor con sexo y esperaza.

Gayo. 07.01.11 en una tarde de profunda meditación pensando en que ya mañana es sábado y después domingo y luego lunes y luego martes…

Blanqueando

Hay veces en que amor con tinta leche es como escribo,
blanco como el blanco mar donde navegan tus pupilas,
como los trapos de cubrir la cama y
de levar las anclas al primer suspiro,
como los ríos de mi veta escurriendo por tu cuerpo
cuando tu mirada llega al lugar secreto aquel donde
se esconde cuando cada nervio tiembla,

son mis ganas piel de luna,
mis ganas que van más allá de mí y
confunden el amor con apetito y
tu alma con la carne y con los huesos,
con la ropa en el piso en una esquina abajo del ropero,
y tú y yo frente a la cama paredón del fuego y del deseo,

son mis blancas veces que te escriben con deseo,
con la angustia propia de saberte lejos,
de saberme cerca,
de saber a lo que sabe cada macula en tu piel cordero,
tus lunares, tus cabellos, tus caderas y
todos tus vocablos de artificio,

son mis ganas de servir la leche
compartiéndonos la sal si eso merece,
el pan si eso te place,
dos palabras de amor si aún te caben,
un suspiro por botón,
la medialuna en un cajón y
tu cuerpo amor, y
mi cuerpo amor.


Gayo. 050111 en una tarde viendo al cielo, con una resortera en la diestra, una piedra en la siniestra y en la mirada toda la puntería digna de tres reyes magos, que en mi tiempo de esperanza jamás me dejaron ni una nota que dijera; sigue participando

Habladurías

Desde que la razón se dio en él siempre quiso consagrarse en cuerpo y alma al Señor. Él si sufrió su primera erección, su primer pensamiento lascivo, el primer contacto casual y sin intención de la carne viva y el conocimiento de su alcance. Fue entonces cuando pidió, y le fue concedido, entrar al seminario. Su sueño era conocer todo del Señor y ayudarlo a que quien iba por buen camino siguiera así, y quien no, encausarlo por la buena vera.

Pronto se convirtió en un hombre hecho y derecho. Entendió perfectamente que los actos y pensamientos pecaminosos de la gente provenían en gran parte de su herencia original, es decir de su educación y, otra gran parte, era obra de la curiosidad natural del ser vivo.

Ya como sacerdote oficio catorce mil seiscientas homilías, dos por día incluyendo aquellos en que la gripa le bajaba las defensas. Sus sermones siempre supieron a miel, tanto así que todos quienes lo escuchaban sabían que eran consejos de vida y no reprimendas. En sus ratos de ocio, que eran realmente pocos, ya que mantenía una casa de huérfanos y un comedor publico para indigentes de la tercera edad, leía de economía, de fútbol y política para estar al tanto de las cosas que afectaban, de una forma o de otra, a su Grey.

Siendo pues, de verdad un hombre probo, una noche a solas se le presento el Señor en cuerpo y alma, si es que así se le puede decir a tan divina aparición, habló con él, lo consoló y le pidió que se esforzara más en dar a conocer entre la gente su omnipotente palabra.

Así lo hizo, desde aquel día le habló a todo el que lo quiso escuchar de esa bella aparición, de lo que Él le había dicho, de lo que le había pedido. Lo hizo con tal denuedo que entre su propio rebaño se dudó de su palabra y se instituyó una comisión para internarlo en un sanatorio mental y así lo hicieron aún en contra de sus cariñosas palabras, de sus ruegos, de sus suplicas.
Hoy en día continúa recluido y oficiando dos misas al día entre los locos del sanatorio mental que no lo escuchan, pues locos verdaderos como son, escuchan al Señor a cada instante vía directa y le rezan con sus dementes sonrisas. Él por las noches, a solas habla con el Señor y le reclama acremente su sino, y el Señor cada noche, cansado y cabizbajo, presente junto a él en cuerpo y alma, le repite; perdónalos, no saben lo que hacen.

Gayo .03.01.11 en una tarde en la que el viento, más que viento parece el aletear de ángeles, calidos y buenos.

Nota 1. hablar de él es bueno, pero decir que él hablo con uno no tanto.
Nota 2. mañana habrá lluvia de estrellas
Nota 3. ¿serán estrellas internacionales o locales?

Dedeando

Índice jalaría con rabia. Una fracción de segundo y ya jamás lo meterían en ningún orificio. No habría más, sólo era cuestión de esperar a que Mano introdujera el cañón a la boca y él mismo jalara el gatillo. La bala estaba lista y esperando carne en la recamara del revolver.

A Índice siempre le produjeron un asco infernal los pelos de la nariz, cualquier otro pelo y hasta hacerla de juez al indiciar a un pendejo melenudo le daba igual, pero los pelos nasales lo habrían hecho vomitar si hubiera tenido boca. Las costras de moco pasaban por asquerosas que fueran, pero el pelo nasal que se le quedaban entre uña y carne siempre lo hicieron sentiste un Meñique cualquiera y, caray, no es que juzgara el infame oficio de ése dedo menor de hurgar entre los colmillos para coleccionar pedacitos de carne y sarro ¡no señor!, a él lo que le producía aversión y asco eran los pelos de la nariz. Si al menos hubiera sido Medio. Estaba seguro que fuera cual fuera el orificio en donde lo anidaran a Medio era más digno que la nariz y, juraba por todos los altos cielos, que mucho más divertidos. Incluso, pensaba, habría aceptado de buen grado ser Anular y soportar por siempre cualquier añillo.

Mano estaba lista, él por supuesto sólo esperaba la orden de jalar del gatillo. El cañón ya estaba en la boca. Una fracción de segundo y todo sería historia.

Listo, no más pelos, no más ascos, no más indiciar a nadie, no más vida.

Entonces, sonó una entupida melodía en el celular; si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida… No, por Dios, ¡no!. Rogó a todos los santos para que Pulgar no hiciera su trabajo. Todos sus ruegos fueron en vano, Mano sacó el cañón de la boca y Pulgar, cínico como era, hizo lo que parecía su única función en la vida, apretó, apretó el botón para contestar en el celular; era la reconciliación, Dorso secó algunas lagrimas, Palma acomodó los cabellos y dio tiernos golpecitos en las mejillas. Se escucharon risas entupidas a través de la línea, Pulgar también reía, sabía que todo seguiría igual y lo que más disfrutaba era que, justo en ese momento, Índice ya se convulsionaba de nuevo y para siempre, adentro de la nariz…

Gayo. 02.01.11 en una tarde en donde mi índice no señala más lo que pudo haber sido un muy buen horizonte.

Nota 1. Si se hurga la nariz, plis; hágalo donde nadie lo vea.
Nota 2. Por el amor a Dios, no dejé lo que de la nariz salga debajo de las mesas, se siente espantoso pasar la mano por ahí y encontrar rastros de otro ser.
Nota 3. Coma frutas y verduras, haga el amor sanamente y si fuma; invite

viernes, 14 de enero de 2011

Mi inestabilidad mental

Nació de las entrañables entrañas
de tus pensamientos,
de la humedad de tus ganas y
sudores que en gotas de rocío empapó
mis hombros, mi pecho, mi ser de hombre,
mi mente y alma que aún se sujetan a tu imagen
de estampa salida en el pan de caja,
nació, príncipe de luz,
del arrebato de mis ojos de quedarse ciegos
al vestirte,
al atarte los cordones,
al dar la media vuelta y
cerrarla puerta con el ruido sordo
que se queda con las interrogantes,
al pronosticar que nunca más verían
a una cuarta de suspiro tus hermosas blancas nalgas.

Nació al comprender y hacer propia la desdicha
que se anida en las distancias,
al sumar el uno y uno y que el resultado sea triste solo uno,
nació del desliz de tus labios de carnada
al espetarme en la cara tu palabra de quedarte,
de amarme un punto más de lo que yo te amaba,
germinó de la cor-dura de mi sexo,

Nació, terrón de pies de azúcar,
llorando cual niño en tiempo, de tu vientre.

Gayo. en una tarde en la que no pasó el camión de la basura y la basura se arremolinó en los ojos y en los inútiles recuerdos.

Sireneando

Vamos a inundar las naves
con los mares de mis ojos,
que no queden ascuas,
que se hundan los bajeles con sus baos y
sus trapos,
con sus costras,
con su viento,
con sus ratas y
con sus recuerdos.

Inaugurémosles el bajo mar oscuro,
las miradas a otros lados y
el azul profundo,
ahoguemos cada cirio,
cada fósforo,
cada suspiro y
quememos en la leña verde a las sirenas
con sus cantos,
con su magia,
con sus ganas,
con sus bromas,
no sea que en una de esas me arrepienta y
de nuevo me haga a la marea con rumbo a tus playas.

Vamos príncipe de mirada de aceituna y
altamar y guerra en el silencio,
vamos a inundar las naves;
tú me haces llorar, yo levanto el oleaje.

Gayo. 31.12.10 en una tarde en donde el valor es más bravo que la realidad, pero también más cauto, más calido, más mentiroso.

Magiando

Se están perdiendo, príncipe de azul celeste y gala,
las palabras que atrapé del viento aquella tarde
en que tú y el tiempo
se morían de miedo entre mis brazos,
el tiempo por perdernos y
tú por regresar al claustro sin suelas ni ventanas
que tenían tus dudas junto a tu garaje,
junto a otra mirada,
junto a tu bicicleta en donde al andar
derretías mi horizontes y
tus piernitas de paleta color guanábana con hielo,

se están perdiendo, caramelo,
los alcances de esas dos palabras
que ante tu ausencia derribaban cual remedio
garitas y fronteras,
sueños y verdades,
lunas para aullarles,
significados inventados y
el hueco que en mi vientre de almohada
creaste aquella tarde en que recostado
repasabas con tus dedos la cicatriz
anticipada que también se está perdiendo.

Estoy casi creyendo, casi cayendo en la cuenta
sortilegio mío, que los sueños nos muestran
las maravillas que la vida nos deja de tarea, y
tú eres, eras no lo sé, una nota casi indeleble,
un borrón casi caricia mía, un invento de mi mente,
una magia no aprendida.

Gayo. 9.1.11 en una tarde en la que el Señor hizo magia con el horizonte; sacó pinceles delgaditos, lienzo cielo y colores azul celeste, magenta, gris recuerdo y pintó locuras reales, locuras de ensueño.