Desilusionado de mi propia ilusión
de querer escribirte algo.
En una tarde ya muy tarde para mí contigo,
en los mañanas recordé las noches que perdí
después de ti y tu tiempo a mi lado y
de las que era amante frívolo amante,
recodé el nacer suyo sensual enamorante
que iniciaba cuando la temperatura
no podía mas con el pudor, y
caía desnuda,
rendida y
sublimada ante el horizonte tímido y
hermoso que vestía sus mejores galas y
que sonrojado, se dejaba oscurecer enamorado.
Noches tan amadas que cubrían su sexo
con su negro manto salpicado en lentejuela
cuando sin decoro, y
mínima decencia, copulaban con la nada para engendrar
la luz del día a día y
de cada mañana.
Pero llegaste tú, canalla, en una tarde a rescribirme
el cuento de la vida y
entre frases,
oraciones y
suspiros me trajiste tu mirada verde calma,
la tempestad de tus cabellos,
el enamorar de tu palabra,
tus piernas delgaditas cual jirón de nube
presta a lloverse en mi alma y,
en el viento;
el tañer de las campanas de la iglesia
a todo vuelo que sonaban de tal forma tan divinas
que su canto era perseguido por el batir de las palomas.
Y fue la noche, cual celosa dama,
la que triste,
irritada y
encabronada nos miró en el lecho y
apartó de un tajo tu desnudo cuerpo
de las lindes de mi ombligo tocándole
con negra magia impaciente
al reloj el hombro para que
entre tú y yo todo pasara,
y pasó mi piel de novilunio, de inmediato
tú y las noches se negaron
a ser de mis amores mis amante y
como sortilegio,
mal encanto, o
maldición de mala madre,
condenaron a mi carne y a mi alma a tenerles
sólo entre recuerdos por las tardes, ya muy tarde.
Gayo. 10.2.11 en una encantada tarde extrañando a las amantes noches, viendo que cuando ya es tarde, sólo queda uno solo extrañando.
martes, 22 de febrero de 2011
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