martes, 22 de febrero de 2011

Deliquiando

Te lo aviso, delfín del reino
de los llantos de las nubes
de mis ojos, están en la frontera
del olvido tus recuerdos,
están como fallidas hojas de poesía
listas para ser composta,
listos para el fuego que alumbra
la nocturnidad con siete cirios,
un atado de tabaco,
otros verbos,
lumbre,
pero todo sin metáfora.

La lluvia de tanto esperarte está enverdeciendo
otras miradas que por causa de la tuya parecían ciegas, y
te lo digo por lo bajo;
se están colgado nuevos bandos en las plazas,
en los cafetines,
en fundas de almohadas,
debajo de las luces de los postes
que alumbran por las noches cada calle,
cada rostro,
cada espalda,
cada esquina y todos hablan
de que está próxima la caída
de la magia de tu imperio.

Estoy cicatrizando de la herida
inferida a mansalva,
otros dedos han notado
que podían moldearla como plastilina y
al sentirlo he modelado mi figura
a la izquierda de otro tálamo, y
aunque los ojos he cerrado, no lo niego,
no he volado.

Aún me queda una brizna de esperanza
de que rompas tus votos de silencio,
escapes de las hordas de tus tribu y
deshagas a mis brazos lo andado,
pero no hay remedio y
te lo aviso deliquio de mis sueños,
la monarquía del cuento de mi vida
se te esta resquebrajando.


Gayo. 8.2.11 en una tarde como para comprar un café, subir a lo alto del carajo, prender u n Delicado y mirar sin hacer ruido como la noche, también con disimulo, fornica con la tarde.

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