martes, 14 de diciembre de 2010

Tarde ando

La tarde llora, sufre,
se cubre los ojos cada noche al escuchar
gemir al cielo por su luna,
media luna,
sin su luna,
por la oscuridad que queda y
le provoca en la garganta espasmos y
dolores,
por la envidia y
los celos de luceros,
de perversos sueños,
de besos ligeros que se cuelgan de ilaciones,
de promesas,
de verbos y
pestañas en lo oscuro de los tendederos.
La tarde una tarde fue de carne y
al caer las noches de rodillas
probó sus novilunios,
sus plenilunios,
de sus lunas de miel,
de hiel,
de cera y de hielo.
La tarde ahora envidia colmillos,
garras,
uñas y
rasgarle piel y mugre al celaje.
La tarde añora su razón y
odia los crepúsculos,
extraña ser mañana,
extraña ser más tarde.

Gayo. en una tarde en la que todo se hace tarde con eterna parsimonia.

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