sábado, 4 de diciembre de 2010

Merengue ando

No lamento el haber escrito
en tu espalda ese verso que se escribió
con tinta blanca a pesar de la complejidad
que había en las vértebras
de tu columna salpicones de merengue,
de los abismos de mi mente que se extraviaban
con mi vista navegando por los rulos de tu nuca
entre tu sima y el nadir de mis pasiones,
olfateando tu cuello que se derramaba
de bendita sal en forma de gotitas de sudores.

De ello no lamento más que los lamentos
-y sólo por broma-
de mi boca al sentir tus labios de carnada
sucumbiendo en el anzuelo garfio de mi carne,
lamento no haber sido una fiera como fiera era tu mirada
que después de desnudar mis carnes
no subía o bajaba del meridiano debajo de mi ombligo,
lamento, príncipe de mi ego,
no haberlo copiado entre mis piernas
para leerlo y releerlo y
saborear y
saborearte el recuerdo piel cordero.

Sé que no sabes de lo que hablo,
pues tu espalda está vetada a tu mirada
como están vetadas las caricias de mis dedos
con la salvajada que impusiste con la infeliz distancia,
pero mira,
hoy me siento digno y
quiero que regrese a mi feudo ese verso,
hagamos una cita y
si leo que lo escrito ya se encuentra como escombro,
lo escribo de nuevo, o dime caramelo;
¿Crees qué tu piel color venera peregrina no soporte más mis tintas?

Gayo. 3.12.10 en una caída de noche con todo su estruendo, tapándome los ojos para no escuchar al cielo gemir por su falta de luna, para no verlo negro, solo, oscuro sin un lucero que le comprenda.

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