domingo, 26 de diciembre de 2010

Bien pendejo

Casi dos años mordiendo tu silencio,
especulando sobre si aún recuerdas como yo
el acento de la voz que puse en prenda
de mi amor
en esa caracola rosa,
maldiciendo a la moral que te inculcaron
los arcaicos mercenarios de la voz del ultimo profeta y
que te hicieron hacerte ojo de hormiga,
borrarte de los mapas,
hacerte agua pasada,

maldiciendo las distancias y fronteras y
temblando de emoción al ver los rulos
de otra espalda en cualquier esquina confundiendo
mi deseo de tomarla con mis manos y
de nuevo verte en ella y no verte,
visitando las boticas mas ancianas
en busca de jarabes o remedios que me pierdan
con sopor de los vestigios de tu aliento.

Tanto y
tanto tiempo inaugurándote a diario un poema
de desprecio
sin poder pasar del primer verso en donde me desprecio
por querer prender los cirios y
al final de un rezo hacerte el duelo,
jurándome,
mintiéndome que de ti ya he sanado
aunque nunca olvidaré tu acento provinciano y,

entonces tú,
no sé porqué ni para qué,
te agarras del valor que no tuviste
para hace destino a mi lado,
te muerdes con denuedo un labio,
la playera, un huevo, la moral y
masticas los infundíos que te inculcaron
los mayores de tu tribu y
que dicen que el amor jamás se da entre manzanas, y

me hablas, y
descubro que aun de ti estoy enfermo,
que aun me sé el acento del sisear de tu palabra, y
me siento en la banqueta para no caer mareado y
te recito sin dejarte hablar, dos años completos de palabras, y
al colgar vomito y
la mirada se me cristaliza, tiemblo,
quedo mudo, más que mudo hecho un pendejo;
ay Jesús, ¿qué querías decirme?

Gayo.24.12.10 en una tarde de 24 diciembre en la que ya he cortado el romero para el cordero, ya hay pan, sal y vino sobre la mesa como cada tarde por si alguien viene, ya pedí al Don que perdone los pecados que me cometieron y ya le pregunté de nuevo irreverente; ¿Porqué sólo esta noche?, ¿Qué acaso no nacen jesúses cada tarde, cada noche, todos los mañanas?

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