sábado, 11 de diciembre de 2010

Adviento

Si por una vez en este adviento
cerráramos ferreterías y
carpinterías y
encerramos sólo unos días a los animales
para que abrevaran de la envidia y
respondan de sus culpas gritándole al cayado y
el milagro de los peces fuese un milagro diario o
tan común como el beber del vino que no hace milagros y
abriésemos los ojos y
mirásemos que a las manos le va mejor un apretón
que un estigma y
que al agua con vinagre fuese de uso corriente
para aprender a pasar lo acido tan bien como lo dulce y
el agua salada fuera la salmuera de la cena y
no cristales de los ojos que se enconan en el alma y
el sambenito dijera; aleluya ha bajado del palo horizontal
sin un rasguño en el costado y
camina sobre pasto y
ha recuperado del purpurado el verbo
que le ha sido secuestrado y
no le temen sus hermanos y
se ve tan joven, tan creyente de lo humano.

Si por una vez en este adviento
supiéramos que el viento es el motor de vida y
que sólo somos semilla de semilla iguales
unos que los otros y
el polvo no nos diera miedo y
previniéramos en el cajón nuestra mortaja y
al cerrar la caja de carton y
fuese un listón y
no unos clavos la que la cerraran,
quizá entonces nos miráramos para la tierra,
tranquilos,
plenos, tal como regalo.

Gayo. 08.12.10 amen.

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