El problema no es el amar con lágrimas
o los demás efluvios de los cuerpos,
tampoco los sagrados genitales
sean cóncavos, convexos,
lampiños o con pelo.
No es el de pie mirando el horizonte
o el hincado cual si fuera uno beato,
no es ligero dos de bastos donde no ventila el aire
o el as bajo la manga, la sotana, o sobre la mesa,
¡vamos!
ni siquiera el fantástico y cabalístico sesenta y nueve.
No es la pasividad de hacerlo
al morder la almohada boca abajo
ni las nalgadas en las ancas para apresurar la cabalgata,
o la pasión de la mordida en la manzana.
No es el;
él y ella,
ella y ella
o él con él,
ni combinación alguna sea en pareja,
con fetiches o tridentes
sea prudente o improbable,
ni el color o religión si es que se tiene.
No es problema fuerte el confundir amor con sexo,
ni hacer el sexo como liebre,
como lagartija en las rocas y un poco de soda
o como lobo que no ha comido en días de carnaval
y ahora lo hace a destajo abajo de la luna llena de semana santa.
El problema es la falta de honestidad
después de dar el brinco a la cama
y sentirse eternamente célibe o virgen
sabiendo que se calla la antigua actividad del sexo a capela
y que ya nublada la razón por el calor de un cuerpo ajeno,
transmite aquello que se ha sido contagiado,
después de haber bailado en una bella lluvia,
sin usar el impermeable.
Gayo. 14.10.10 en una tarde fría con avisos de lluvia y el impermeable a la mano.
jueves, 14 de octubre de 2010
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