viernes, 25 de marzo de 2011

Manuel

Cuando llegué al local, seis meses antes de que me visitara el ángel que vino a beber un poco de agua y que en prenda de mis obsesiones me dejará una hermosa pluma blanca a la que le hice su altar, allá en el rincón, conocía a Manuel.

Manuel guarda sobre la cabeza todo el cabello de su juventud, sólo que lo que antes fue negro noche ahora es de un blanco tan plata y tan profundo que bien podrían coserse con su cabello alamares en traje de charro.
Es un hombre rudo, carpintero de profesión. Su mirada es eterna cuando mira al horizonte, pero cada vez va siendo menos profunda, da la impresión que se le va acortando, es como si su bondad ya fuera para unos cuantos a pesar de que su amabilidad sigue siendo para todos.

El hombre está en esa edad indefinible que sólo se ganan como virtud aquellos que han sabido vivir bien, sus manos son toscas y tan rudas que una caricia de ellas bien podría ser el peor augurio para un bebe, y sin embargo, cuando carga a su nieta o acaricia a Remedios su esposa, la tranquilidad que emiten se siente hasta la esquina. Yo mismo lo he constatado aquí en el local, si su nieta está allá con él, enmudece el revolotear de las moscas y los murmullos de mis fantasmas.
El cuando conocí a Manuel afuera de su accesoria, tenía dos cajones de madera en la acera, y sobre de ellos, acariciaba, como sólo se acaricia un bien amado, lo que yo vi como una simple puerta.

Ese día supe que Manuel era amante de la madera por sobre todas las cosas. Imaginé a Remedios discutiendo y disputándole su amor después de tener sexo.
A partir de ese día, lo vi regalándole, a su puerta, su amor y dedicación lo menos 15 minutos al día. De sus manos admiré, y vaya que admire, cajoneras, bases de cama, roperos, en fin, todo lo que un carpintero puede crear. Sus manos mágicas tenían el poder de embelesar hasta a los adoradores del acero.
Cada día, cuando sacaba a la acera sus cajones le decía yo; ¿para cuándo Manuel, para cuándo podré ver esta joya que estas labrando? Y su respuesta siempre fue la misma; Ya lo dirá el Señor, yo no tengo prisa, y le daba la espalda al sol y de nuevo a acariciar la madera.

Ayer que regresó el ángel a mi local a beber de nuevo agua y a dejarme una nueva pluma pero ahora oxidada, y con la cual me pidió que escribirá su historia y no pendejadas, cuando salio y partió de mi vista, ahora caminando, descubrí que Manuel no estaba, creo que soy sumamente ingrato con la gente buena, creo que su magia me deslumbró los primeros días y después lo comencé a ver como algo normal, como algo de todos los días, algo así como cuando uno se enamora y ve virtudes hasta en la mierda del ser amado y que después, cuando el desamor llega y llega benigno, uno dice: carajos, sólo era mierda. No digo que Manuel ni su trabajo lo fueran, nada de eso, pero así me sentí al descubrir que ya era de noche y no había notado su ausencia.
Hoy lo vi al llegar al local y me tranquilicé, pero así como el ángel había cambiado en año y medio, Manuel había cambiado de forma tremenda en un par de días, apenas pudo cargar con mi ayuda sus cajones para colocar su obra de arte. Su voz se despeñaba de su boca al suelo y sus ojos hacían agua. De inmediato me alarme y con un nudo en la garganta le pregunté: ¿Remedios, está bien? mejor que nunca, se quedó en casa moliendo chiles, chocolate y pan para el mole que hará el día de mañana, sus lágrimas sólo son porque hace ya años que no asaba chiles, me dijo. Carambas Manuel, así que mañana habrá fiesta en casa, le dije, y el sonriendo me contestó; así lo quiera el Señor, así lo quiera.
Indignado conmigo mismo por no notar su ausencia y si esa especie de decadencia que cargaba sobre la espalda, me quedé charlando y acariciando su obra. Carajos, puedo jurar que he acariciado las pieles mas bellas que un hombre pueda tener, puedo jurar y lo firmo, que ninguna de ellas era tan calida, si, tan calida, como la obra de arte que tenía ante mis ojos y de la cual Manuel me dijo que por fin estaba terminada.

No había duda, bella entre las bellas su obra, curva sobre curva era sensual y hasta sexual, línea sobre línea era sobria, y ahí en una esquina pude ver lo que creí que era un bebe naciendo, seguí la línea en forma transversal y descubrí nuevos nacimientos, muertes, miseria, bonanza, es decir; todo lo que se vive en una vida hasta llegar al ocaso.

Curioso como soy y sabiendo que no hay cliente que espere dos años por ningún trabajo y conociendo que el hogar de Remedios y Manuel era sumamente modesto, le pregunté; ¿Manuel donde vas a poner esta belleza de puerta? Y calmado con su voz quebrada me respondió; así qué todos este tiempo la has visto como puerta, pues en cierta forma tienes razón, para unos será la puerta que cierre mi féretro, a mi me gusta pensar que será la puerta que abre otra vida. Coman y disfruten como remedio lo que Remedios guisará para mañana, el Señor me ha dicho que yo no despertare, y le creo. Yo guardé silencio anticipado.

Gayo 22.2.11 en una tarde recordando que el Señor nos tiene en sus manos.

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