Esa tarde había comido arroz con camarones y un cóctel de mariscos que compró en una fonda cercana al hostal igual que lo había hecho los años anteriores. No era fanático de ese tipo de comida, pero la primera vez intuyó que ello sería lo más rápido antes de regresar a su habitación.
Esté año y el pasado y todos los demás lo hizo con la consigna de que todo fuera como la primera vez.
Pidió dos porciones para llevar, un puñado extra de servilletas de papel y dos flanes que finalmente olvidó junto con el cambio sobre la barra de la fonda mientras pagaba.
La primera vez bien habría podido regresar por el dinero y por los postres, ya que se dio cuenta del descuido apenas había dado unos cuantos paso, sin embargo, pensó que bien valía la pena dejarlo como propina, ya que lo que le esperaba dentro del cuarto era mas valioso que cualquier dinero y mucho mas dulce que cualquier flan. Al siguiente año se dijo; siempre es bueno inaugurar un nuevo ritual.
Caminó entre la gente de prisa, si bien era poca la distancia, las ansias de llegar eran muchas. En un descuido golpeo con la bolsa de comida la pierna de un tipo que ni se dignó a mirarlo, algo se rompió ahí adentro -era el segundo año y éste hecho lo único que varío de aquella ocasión-, demonios, éste debe ser un mal agüero, pensó mientras continuaba la marcha del ritual.
Entró a la recepción del hostal donde la encargada lo miro con la misma sonrisa de piedad que ya le tenía designada desde el segundo año, él le regresó una sonrisa boba, subió las escaleras y abrió la puerta.
Dispuso torpemente la mesita para los dos, aun era temprano para la comida, miró el reloj de pulsera que le había regalado su ángel en la primera cita y que justo esa misma noche había detenido las manecillas a las doce con un minuto, vendó sus ojos tal como se lo habían pedido la primera vez, la lluvia de la ducha sonaba atrás de la cortinita de baño, se sentó en la cama y se desnudo para estar en igualdad de condiciones, se recostó, los ojos vendados le abrieron las puerta de la fantasía haciéndolo perder la noción del tiempo, unos intentes después y de pronto, en su cuello se posaron los labios mas tiernos y calidos del mundo, su cuerpo comenzó a ser recorrido por las yemas de los dedos mas hábiles que piel alguna haya sentido, el cruce de los alientos por la habitación hicieron florecer las begonias de los tiestos de la ventana como si hubieran sido regadas por las primeras aguas dulces de alguna primavera, el ambiente se cargo de pulsos eléctricos lo mismo que cada cavidad de su cuerpo en donde la sangre suplicaba por mas espacio y latía afanosamente para ganárselo al expulsar al fin, en un solo chorro, todos los fluidos somáticos.
Un instante, la vida es un instante y en ella hay cosas que bien valen una eternidad, su boca, al final del acto, recibió como recompensa el beso que fundiría su cordura y sus labios para siempre.
Como cada año después de esa tarde mágica en donde conoció la carne y el sexo de aquel ángel, terminaba entupidamente sobrio en esa misma banca de aquel bar al llegar la noche, también como la primera vez, terminaba al amparo de la mas inmunda soledad debajo una nube de humo de cigarro.
Esa noche, a solas, al igual que todas las demás, se prometió jamás exorcizar ese recuerdo y pagar sin chistar el precio de esos besos, de esas lágrimas que se le durmieron en el pecho al terminar el último acto, se había prometido escribir el mismo verso en la misma espalda hasta que la ducha lo respetara y se volviera, sino por terquedad, si por piedad, completamente indeleble.
Se juró, a costa de su vida y de la brizna de cordura que le quedaba, pagar el costo de ese instante aunque la comida se quedara para el cesto de basura del día siguiente, aunque la mirada de la empleada del hostal fuera ya de lastima y no de piedad al verlo registrarse y después pagar la cuenta completamente a solas, aunque el verso lo escribiera en la misma cortina de baño que había hurtado la primera vez, y sus labios, completamente desfigurados y fundidos, apenas le sirvieran para musitar el nombre de su ángel y después, fumar.
Gayo. 22.3.11 en una tarde viendo como la luna se difumina lentamente, pareciera que se va inmolando en su propia soledad.
miércoles, 23 de marzo de 2011
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