miércoles, 23 de marzo de 2011

Gandayeando con un seudo ángel

Ya había partido rumbo a casa cuando a media calle me di cuenta que había dejado mi libro sobre la mesa. El mal habito de leer siempre me ha hecho pensar en demonios cuando no lo hago, las obviedades de la vida me fatigan tanto que en ocasiones, cuando no leo, me doy cuenta cuan canalla soy, y yo mismo me doy harto miedo, así que no pude más, deshice el camino, y regresé por él.

Lo encontré a un lado de la cortina metálica del local, sostenía todo su cuerpo sobre una pierna en el suelo al tiempo que la otra manchaba la pared, los brazos cruzados sobre el pecho como quien mira y juzga el paso de la vida por sus ojos y lo aprueba con un leve asentimiento de cabeza.
No se movió ni un ápice cuando me tuvo de hinojos mientras abría la cortina, y yo, desde ahí abajo, lo miré, lo miré tan joven, bello y enorme, digamos, tan angelical, que cuando logré controlar mis nervios y abrí el local, escuché dentro de mi pecho; regrésate por mí, no por el libro, lo miré a la cara y vi que sus labios de fuego apenas se habían movido.

Comencé a sudar y me dije; vaya, por fin, tal vez sea éste el ángel que tanto he estado esperando.

El cómo iba vestido es lo de menos, lo importante es que cuando me di cuenta ya había cerrado tras de si, y tras de mí, la puerta de la cortina de metal y sin mediar palabra desabotonó cuatro de los seis botones de su camisa, la corbata rojo fuego cayó a mis pies permitiendo ver que en su cuello no había rastros de manzana, signo inequívoco, para mi que soy docto en la materia, de que era un verdadero ángel.

Su pecho brillaba y se expandía a un ritmo inusual, los siglos que tengo siendo un canalla, me dijeron que ello respondía a una excitación usualmente terrenal, pero no presté la atención debida, pues en la penumbra no localizaba mi libro.

Todo en él, excepto sus diente, sus enormes alas blancas y la macula de sus ojos era de un color caoba claro. De su mirada recia se podrían colgar todos los sueños que quedan por mal vivir y hasta una o dos realidades, la macula de sus ojos era de un blanco tan profundo que sin duda eran las virutas de las ansiedad que quedan en las noches de adolescencia cuando uno aprende a pecar hundido entre las sábanas, el amor y la compleja realidad de estar a solas. Sus dientes se asomaban atrás de su sonrisa como avisado que tenían hambre de mis carnes.

Su divino aliento inundo el local, era como estar en medio de millones de abejas, todo olía a abejera en busca de venganza, claramente pude imaginar a todas ellas con la gota de veneno colgando de la punta del aguijón y a mí, sonriendo, como su mortal victima.

Se acerco a un suspiro de mi boca y con su voz de cascada sin fin me dijo; sé que conoces el precio de un beso, tus labios se fundirán con mi miel y quedaras mudo, ¿aún así le quieres jugar al valiente?, asentí con la cabeza, finalmente mis labios han besado tanto que ya están fundidos y mi voz no sirve mas que para distraer de sus vuelos a cuervos y gaviotas, y yo después de tanto y todo, sólo se jugar y nada tomo en serio, pues nada me queda en la vida.

Cuando sus brazos rodearon mi cintura, recordé que siempre he sido un hombre precavido, lo detuve antes del beso, un poco más por precaución que por miedo a las consecuencias y le pregunté su nombre, yo ya acariciaba las plumas de sus blancas alas y el nacimiento de sus nalgas, ya no estaba en mí, casi toda la razón se me había esfumado, los líquidos de mi cuerpo ya se aferraban a las ropas y a mi piel, sus dedos reptaban por la cremallera de mi pantalón intentando hacer que el cierre cediera, de pronto, respondió a mi pregunta que en realidad ya no era importante pues yo jugaba, Ángel me dijo, y con ello rompió toda la magia posible ¡demonios! el encanto se conjuró con esa palabra haciendo que la razón me regresara de inmediato, lo solté como quien suelta de la mano una serpiente, le pedí con mi voz de gandaya y sin ninguna duda que cogiera su ropa y se largara.
Si al menos me hubiera dicho Jesús, o José, no sé, tal vez hasta Juan, habría comprendido que un nombre es sólo un nombre y no encierra en él ni virtud ni pecado.

Aún tengo aquí en mis manos sus lagrimas cristalizadas que me hacen pensar que su llanto era verdadero, yo un canalla, y él la excepción de la regla que mas encabrona a la gente docta, que como yo, experto conocedor en cuestiones de ángeles de todos colores, y hombre realmente sensible como soy, sé a ciencia cierta que no era un verdadero ángel, pues los verdaderos ángeles jamás me hacen sentir miedo de mi mismo, ni juegan con su nombre, ni fatigan con absurdas obviedades.

Gayo. en una tarde en la que el calor es tan fuerte que en venganza a mis canalladas, el calido viento envía al local a un ejercito de seres alados llamados: moscas.

Nota 1. si usted tiene un ángel verdadero manténgalo lejos de mi.
Nota 2. si su ángel verdadero es su ángel de la guarda, entonces pierda cuidado.
Nota 3. no todo lo que brilla es oro, ni todas las cagadas salen por el recto.
Nota 4. las cagadas que más apestan son las que uno comete lastimando a otro…………Shilaes, las dos ultimas notas no viene ni al caso ¿verdad?

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