Ojalá los recuerdos se dignaran a llevar un orden, alfabético quizás, y comenzar con antes de ti para decirte que lo pasado, contigo, perdió todo sentido, o por orden de aromas y terminar inhalando el humo del taxi en Tlaquepaque en el que montaste rumbo al feudo familiar sin levantar la mano. Por música no, ya sabes que tengo oídos de caracola marina y sólo escucho el hidratar y el desecar de la marea. Ojalá los recuerdos fueran decentes y dijeran hola antes de atentar contra mi corazón de pollo, o mejor aún, que estuvieras aquí para jugarle al macho y extrañarnos sólo al cerrar los ojos después de descansar de los orgasmos. Pero llegan como se les da su chingada gana y por ello en ocasiones te veo en cueros y por ello la tinta con la que te escribo se aguada como cera de pabilo, o comiendo una torta ahogada y relamiéndote los labios, o como nunca te vi; rezando en la parroquia que le gusta a tu hermano atrás de la discoteca Buda.
Ojalá te hubiera echado en la palma de mi mano un verso apetitoso y hubieras comido de él en vez de darle fin al plato de arroz con camarones.
He pensado que tal vez te hubiera enamorado al tocar tu estomago con versos y no hurgando en tu interior con mi carne viva que tanto te apetecía.
Gayo. 06.11.10 acà nada mas “ojaleando” en mis recuerdos.
sábado, 6 de noviembre de 2010
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Ojalá que los recuerdos sigan vivos; suelen ser más alimentos que la inexistente realidad.
ResponderEliminarSaludos poeta.