Naciste en parto bueno fecundado
por las mariposas de mi vientre,
por el polvo de sus aéreo finas alas de guadaña,
por el polen añejado en sus tan andadas patas.
Naciste de la escaramuza que se armó entre ellas
en el centro-diana del triangulo formado
entre pezones y ombligo, y
lentamente te acunaste en la obsesión de mi cerebro
que aun te canta,
que aun te arrulla,
que en las pinches noches te aúlla,
que aun platica con tu sombra y
triste aun desmiente el desliz perverso
que no entendí de tu palabra y
que desde antes de volverme ciego y loco era evidente.
Naciste, príncipe de pies de azúcar y
capa celofán azul celeste, en
la urgencia que tenía el corazón de
redimir por una vez, o dos, o tres o todas sus ingenuas y
entupidas carencias,
por la cándida exigencia que había en mí de
sentirme una vez, o dos o tres o
de una vez por siempre en brazos para siempre,
del poder dejar correr la vida entre tus ancas,
de ser sin pena el festín de cada noche en cada tuyo cumpledías,
del sentir que es absurdo el decir que la nostalgia
se sitúa entre la lágrima y la médula,
del por fin sentir, del al fin decir; vente aquí en mi pecho,
soltemos de la boca baba o seda y
seamos una vida llamada temporada una crisálida,
quién sabe y después de qué nuestro polvo sea lodo,
nos amasen nuevamente y nos amásemos de nuevo.
Gayo.18.11.10 descubriendo, en una tarde fría, que las tardes frías son tan cursis como la poesía, el enamoramiento, una cobija en las piernas mirando el firmamento o una rosa alevosamente aplastada entre la pagina 152 y la 153 del libro oficial del buró de la cabecera de la cama.
jueves, 18 de noviembre de 2010
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