lunes, 8 de noviembre de 2010

Las cosas para lo que son.

Lo ví justo al aventar la segunda bolsa de los estragos de la farra nocturna, ahí estaba, soportando todo el ocio de su media hora de descanso, cargando el destino de sus profesionales y hermosos 13 años, sentado en la parte más profunda del camión de recolección de basuras. Sus ojos negros, decorados por sus rizadas pestañas embellecían sus hundidos pómulos que semejaban dos enormes platos anoréxicos de sopa, su rostro y sus bracitos hacía tiempo que ya habían sido morenados a punto de chocolate por el sol que a plomo caía sobre su humanidad todo el santo día.
Todo él estaba curtido por el viento, por el frío y la indiferencia de la gente. Su cabello danzaba cada vez que volteaba como hidra peinada por las inclemencias heredadas, y en su mano, en su mano un lipstick color cereza con el que tierna y coquetamente, mas que pintar, grafiteaba sus labios pálidos que contrastaban con la mácula blanca de su mirada.

Lo miré fijamente, no por cuestionarlo, pero sí porque era, en ese su mundo, una hermosa postal surrealista, me miró un poco sacado de onda mientras daba el último retoque de cereza a la boca. Estirando su delgadito bracito esgrimió como espada el lipstick hacia mi cara y dijo; ¿para esto es, verdad?, nervioso le respondí que sí, que para ello era, entonce me miró fijamente de manera cachonda y con su voz que apenas le había cambiado de niño a hombre y de manera seductora me dijo: entonces que chingada madre me vé, las cosas para lo que son, ¿o no?.


Gayo. 08.11.10 En una tarde después de apachurra a una cucaracha gay, ¿qué cómo supe que era gay?, fue sencillo, estaba saliendo del closet.
Pd; que conste, la apachurré por cucaracha, por ningún otro motivo.

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