sábado, 20 de noviembre de 2010

Fino, salvajada.

Lo sé cariño, tal vez mi lenguaje no sea fino
como delgada y fina cual navaja era tu para mí adorada lengua,
ni despierte en pecho alguno pálpitos cual humedades
como despertaban tus palpitos deditos en el mío,
lo mío cariño, es como manchar con leche
el lienzo de la madre virgen
en el parque central de Tlaquepaque,
es como pisar boñiga con las suelas Prada
en el porche de de la casa de Jesús tu padre
junto al parque hundido en Zapopan mi provincianito lindo,
lo mío no era fino según tu apetecer lo confirmaba,
pero tus ojos verdes como te de hierbabuena
al mirar atrás de tu cerebro muy bien dejaban ver
en tu mirada blanca cuanto lo gozaban.

Y a la par tu actuar caramelito,
esa tu manera de fustigar la silla, el bajo pie de cama y
el suelo con la ropa,
la velocidad con que lo hacías hacía palidecer al mismo viento,
los embates de tu cuerpo al cabalgar
la cima del monte donde monta Venus me dejaba lacio,
seco, acaso dos ocasos menos de sudor secándose en la cama y
ese tu comer sobre la misma y
llenar las sábanas de tus migajas lunares de lucero,
tu humedecer de fuego y después de pena a las gotas de la ducha,
tus gemidos que rompían la barrera del sonido y
que hacían gruñir de espanto a las puertas de tu closet,
el silencio de tu boca que hacía temer por ti a la cínica mujer
que al día siguiente me servia dos desayunos y
miraba para un lado y
después lo hacía para el otro,
sonreía y decía;
¿sólo usted señor? ¿el provincianito huyó a su feudo como siempre?

Tal vez como dices tú lo mío no era fino,
ya no lo discuto,
pero lo tuyo desde tu llegada hasta tu partidas,
a fe completa, siempre fue una casi siempre hermosa salvajada.

Gayo.20.11.10 en una tarde adulteando inocentemente y preguntándome ¿Cuándo dicen que hubo revolución?

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