Qué agua de rezar serán esas las de tus pupilas
que me miro en ellas y
al mirarme las ojeras sólo veo olvidos
que me saben ya benditos. De qué es el brillo
tan intenso de ese tu mirar de atardecer en calma
que sin miramiento en dos parpadeos derrite
la cera de los santos con los que a menudo
santiguaba los rincones de las culpas.
Aún no determino a que sabe tu aliento y
mis labios ya te saben a gotas del cielo de una gruta
con su manantial sereno,
casi mudo,
casi virgen,
casi nuevo…, y
no sé si sabes a insomnio de ratón bajo la almohada,
a locura o cordura, a velas nuevas en antiguo viento,
a magia en la brújula de remendada barca,
a credo escrito en el pecho, a letra nueva.
Aún no sé quién eres y ya tengo para ti
las ataduras de un suspiro, el ombligo como anillo,
el lado bueno de de mis brazos,
una almohada, y el rezarle a tu mirada.
Gayo 17.5.11 en una tarde en un ciber de paga mirando cómo la tarde se va tranquila…
Nota 1. Si hay “y” griega, “ i” latina, ¿Por qué no hay gelatina.
domingo, 26 de junio de 2011
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