jueves, 9 de junio de 2011

Rosa

Déjame quemar con tus vientos
las vela de mis últimos otoños, y
que no quede tela,
que no queden dudas
acaso quede por si acaso sólo una brasa.
Incendia en tus noches con sus sueños o sin ellos
los temblores de las idas que le queda a mis carnes,
mis obscenas manos que así te rezan en el templo
de tu piel canela y mascabado,
déjame fundir mis labios en la pira
del lunar que nace en el muños de tu manzana, y
después que sólo queden las cenizas sin mi alma,
sepúltame, terrón de fuego,
en tu pecho nido de mi hoguera,
en tu ombligo manantial de luz y
toda sombra o
en la rosa de los puntos cardinales
nacimiento de tu sexo.

Gayo 2.6.11 en una tarde en donde hasta el agua se incendia.

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