lunes, 11 de abril de 2011

Sexeando

De todas las veces que hicimos el amor,
me quedo con aquella que lo hicimos
cuando el interés no era tanto,
aquella con las manos frías,
con los labios perfumados y
salados por la cena,
aquella en la que los besos,
el ritmo y
el sudor
apenas fueron suficientes
para darle cause al trance.

De todas las noches que hicimos el amor,
con o sin imaginación de fuego,
me quedo con aquella en la que el amor
fue una palabra apenas musitada como rezo,
aquella en la que los peritos del cariño,
los estudiosos del respeto,
los tristes y desconocidos y
todos los vecinos en su desesperación
nos gritaron basta de silencio y
la noche no durmió por los maullidos
de las gatas enceladas que intentaron
despertar antes de tiempo a la aurora.

Me quedo, amor, con aquella vez
en la que nos espiaban los luceros
apuntando es su memoria cada movimiento,
aquella en la que los clandestinos corazones
dibujados en las libretas de las colegialas suspiraron,
aquella en la que al hacerlo aún con desgano
abrimos el portón del infierno y del paraíso,
pero entendimos que al hacerlo con amor
lo que hay atrás de esas puertas, es mismo.

Gayo. 9.4.11 en una tarde en la que la temperatura templada ha decidido tomar el sol.

2 comentarios:

  1. Estimado amigo:

    Si hay algo que me encanta de tu poesía es que está pletórica de imaginación. Pese al aparente realismo con que escribes el lector se ve inmerso en un viaje hacia la fantasía. En este poema particularmente resalta mucho eso, además de la inevitable identificación del lector con tus versos.

    Mis respetos.

    Saludos

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  2. uuu que coemntario tan chido, se lo agradezco...un abracito lindo

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