Los días de guardar mi piel debajo de la tuya
están muriendo de recuerdos, de todo y nada,
de hipo y tos,
de suspiros serenados bajo el cielo sin luceros y
mañanas de lunes con los codos sobre la ventana.
Las noches de enseñarle a la noche
a ser eterna entre los pliegues de cortinas,
caries de persianas, mis brazos y tu abraso
se están pudriendo antes de los onomásticos
en medio del sopor de las palabras,
entre cirios vigilantes que velan
todo verbo,
todo verso y
los sí lo haremos que no se defendieron,
que no tuvieron el valor, que no dijeron nada.
Los días hijos de semanas largas y
de años concebidos a destiempo
se están quedado atorados entre notas amarillas
colgadas de las hojas de los calendarios,
ahorcados en las manecillas del reloj
que marca el anteayer con pausa y con desgano.
Los días de guardar mi piel adentro de la tuya
invocan con demencia a tus dioses un remedio,
no les basta con sufrir amnesia en defensa propia.
Gayo. 9.4.11 en una tarde con tantos grados de calor como grados tiene el ajenjo, tan caliente que las lágrimas se abrazan al sudor para olvidarse de la soledad, para evaporarse juntas.
lunes, 11 de abril de 2011
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